Mi libro vuelve a su cuna, el Valle de Aosta
Todo libro necesita una estantería, un hogar donde ser guardado, mirado, tocado y atesorado con cariño. Mientras devoramos sus entrañas, la mesilla de noche le toma el relevo. En la maleta viaja dormido cuando nosotros nos proponemos descubrir el mundo o a sus habitantes. Esta semana recibí esta fotografía desde Italia. Mi libro ha vuelto al lugar donde todo empezó.
Es curioso cómo, con el tiempo, todas las cosas vuelven a su sitio. Claro que algunas lo hacen antes que otras. Mi paso a paso por la Vía Francígena empezó a adquirir forma hace dos años mediante el teclado con el que bailan mis dedos en este momento y no fue hasta hace medio cuando lo sostuve por primera vez entre mis manos.
Ahora, comparte hogar con otras guías sobre la Vía Francígena en un lugar rodeado de montañas y regentado por una familia que me abrió su corazón sin condición alguna. Jamás olvidaré aquella acogedora habitación de madera con notas navideñas, el impoluto baño con todo lo necesario, o la cocina en la que disfruté de una deliciosa cena, el más completo desayuno, e incluso víveres para el camino de la mano de Anna y Egidio.
Como tampoco olvidaré los pasos que recorrimos juntos a la salida de vuestro cuidado Au Coin du Chateau, ni del abrazo de despedida, más fuerte que la barrera idiomática y mucho más eficaz a la hora de acortar distancias. Me acordé de vosotros en Roma y recordaré siempre lo que vino después… porque hay cosas que una cree inverosímiles hasta que ocurren.
Algunos me hacéis partícipe de vuestra opinión y ello me llena de alegría…
G R A C I A S