Estoy a punto de embarcarme en la que posiblemente sea la mayor aventura de mi vida. Muy pronto dejaré mi casa en Zaragoza, la ciudad que me vio nacer y crecer, y me pondré en camino hacia Jerusalén. Cargaré con lo puesto y una docena de kilos a mi espalda. El mayor peso no se ve ni se palpa y confío en poder desprenderme de ese lastre antes de llegar a Belén, en Navidad, si todo va bien.
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