Entrena tu mente, reduce tus límites
Ese es mi mantra. Repetirlo me ayuda en los momentos difíciles. Y es que la que es sin duda nuestra aliada puede ser también nuestra mayor rival fijándonos fronteras donde no las hay. Hablo de la mente, aquella que me pedía parar mientras recorría los últimos kilómetros que me separaban de la meta en Sevilla. Y lo logré, acabé mi primera maratón en 03:51:21.
Empecé a correr hace 6 meses.
Hasta entonces mi zona de confort era la sala fitness del gimnasio, especialmente, la elíptica y el remo. Mi otra debilidad eran las clases dirigidas tipo body pump, body combat, Crossfit y HIIT. Antes de aquello practiqué natación durante 10 años y la montaña estuvo presente en todo momento con ascensos a pie en verano y bajadas por sus laderas blancas en invierno.
Fueron varias las razones que me llevaron a correr. Es posible que un día las escriba.
Por ahora compartiré la razón que me impulsó a correr mi primera maratón. Se llama Olivia y su nombre figuraba junto al mío en el dorsal. Tiene 13 años y una madurez e inteligencia que desbordan. En septiembre del pasado año le diagnosticaron LLA y, desde entonces, nos está regalando una lección de vida cada día.
Ella fue el motor de mis piernas cuando a estas empezaron a faltarles fuerza. No hay mejor motivación que la interna para alcanzar una meta. La mía tiene nombre propio. Como no quise dejar de trabajar la fuerza, había semanas que me tocaba entrenar los 7 días de la semana. Si me costaba, me recordaba a mí misma por quien lo hacía y mis problemas se volvían insignificantes comparados con los de ella.
Olivia también entrena su mente para reducir sus límites. Es la persona más despierta que conozco. Ella me dio impulso por las calles de Sevilla. Podía ver su expresión contrariada si me retrasaba en tomar un gel según lo planeado y sentir cómo me animaba a continuar al ritmo de la música y de los aplausos de los sevillanos.
El próximo domingo se cumplirá un mes de su TPH y, aunque le queda un largo camino por recorrer, ha pasado lo peor sin perder la más bonita de las sonrisas ni su afición por la repostería, incluso ha dado con la forma de continuarla en el hospital. Otra prueba de que entrena su mente para reducir sus límites, ¿no te parece?
Y no, no me voy a detener una vez cruzada la meta. Voy a seguir poniendo a prueba mis piernas o, mejor dicho, mi mente. Porque sé que puedo hacerlo mejor, como también sé que es ella la que fija los límites y quiero reducirlos a la mínima expresión.