¿Qué sabes de inmunonutrición? ¡Que no te cuenten cuentos en tiempos de coronavirus!
Una alimentación variada y equilibrada es esencial para mantener un peso saludable. También para prevenir y mejorar el control de enfermedades crónicas y degenerativas. Pero de ahí a evitar y curar infecciones… no, la alimentación por sí misma no es capaz ni de lo uno ni de lo otro.
Dicho esto, la alimentación bien planificada, como pilar fundamental de un estilo de vida saludable, sí puede ahorrarte muchos disgustos.
Empezando porque, como te comentaba, reducirá el riesgo de que padezcas enfermedades no transmisibles que, a día de hoy, son la principal causa de morbimortalidad en países desarrollados. Es el caso de la obesidad, diabetes, cáncer y otras enfermedades cardiovasculares y degenerativas.
Además, esos bichitos que habitan en tu colon y otras mucosas, como tu cavidad bucal, y que conforman la cada vez más conocida microbiota intestinal, vivirán en fuerte sintonía contigo. Eso significa que te protegerán de intrusos, producirán las vitaminas que tu cuerpo necesita y mantendrán intacto tu intestino para el éxito de tus digestiones y el máximo aprovechamiento de los nutrientes que obtienes de los alimentos que ingieres.
En definitiva, una adecuada alimentación mejorará tu calidad de vida con efectos a corto, medio y largo plazo.
Entonces, ¿la inmunonutrición es un mito?
Podríamos decir que es un mito a medias.
Es cierto que existen nutrientes con propiedades antiinflamatorias. El ácido graso omega-3, las vitaminas A, C, D, E, grupo B, y minerales como el zinc y el selenio destacan por su capacidad de revertir el daño celular y mantener sano nuestro sistema inmune.
Todos estos nutrientes contribuyen en mayor o menor medida a reducir el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas y algunos tipos de cáncer, así como a mejorar la absorción de nutrientes esenciales, como el hierro en el caso de la vitamina C y el calcio y fósforo en el caso de la vitamina D.
Sus beneficios podrían conducirnos a pensar en ellos como “supernutrientes”, incluso a querer beneficiarnos de sus efectos, no a través de los alimentos que los contienen y que en ningún momento reciben la condecoración de superalimentos, sino mediante suplementos. Pero la verdad es que su suplementación no ha demostrado prevenir infecciones, ni siquiera resfriados, y no está exenta de efectos indeseados.
¿Cómo beneficiarnos, pues, de los positivos efectos que estos nutrientes tienen en nuestro organismo?
Mediante una alimentación saludable, equilibrada y variada. Y es que estos “supernutrientes o inmunonutrientes" están ampliamente distribuidos entre los distintos grupos de alimentos. Unos están en frutas y verduras, otros en la legumbre, frutos secos y semillas, o en granos enteros, huevos, lácteos, aceite de oliva, aguacate, carne, pollo, pescado y marisco.
Al final, la teoría llevada a la práctica se traduce en la dieta mediterránea. De ahí que considere la inmunonutrición un mito a medias. Y es que es mucho más sencillo de lo que lo hacemos con tecnicismos. El problema es la práctica, que se ve obstaculizada por alimentos procesados ricos en grasas saturadas, harinas y azúcares refinados con una alta densidad calórica y una gran pobreza nutritiva que nos enferma. Te animo, por ello, a basar tu alimentación en alimentos reales, sin etiquetas, a menos que sean muy cortas.
Sí, lo sé, la dieta mediterránea no es nueva. Pero, ¿sabías que aun siendo la más respaldada por la ciencia cada vez cuenta con menos seguidores? Estoy convencida de que es un problema de nombre. ¿Y si tuviera uno con más gancho? Quizá así, junto a una buena dosis de marketing, superaba en adeptos a la dieta de la zona, Dukan, alcalina, Scarsdale, disociada, y proteinada, entre otras. En definitiva,“dietas milagro” que, por desgracia, venden más, y a un precio muy alto para el bolsillo y, lo que es peor, para la salud.
Una alimentación variada y equilibrada es necesaria, pero no suficiente
Volvamos al principio, cuando te decía que ninguna alimentación por sí misma es capaz de prevenir ni de curar, ya sea una infección u otra afección. Y es así. La alimentación, por muy saludable que sea, no nos hace invencibles de los problemas derivados de un mal descanso o de una vida sedentaria o con una dosis de estrés demasiado alta.
Así pues, cuídate con mimo. Pon atención a tu alimentación y practica ejercicios de fuerza, cardio y flexibilidad para prevenir la fragilidad. Toma conciencia de tu cuerpo mediante la meditación y recurre a técnicas de relajación para controlar el estrés.