De la máxima libertad al más absoluto confinamiento

Esta es la historia de los meses que precedieron al primer confinamiento, antes siquiera de que naciera Come Con C. Si esperas leer algo relacionado con la nutrición, este blog no es para ti. En él te relato unos primeros pasos en la cocina de la escritura, mi otra pasión, y el origen de un libro.

 
Escribir es la forma más rápida de viajar, experimentar, crecer y crear. Cuando escribo, siento que dejo de pertenecer al mundo tal y como lo percibo. Los límites desaparecen y mis pulmones se llenan de aire hasta su máxima capacidad. Es el aire de …

Escribir es la forma más rápida de viajar, experimentar, crecer y crear. Cuando escribo, siento que dejo de pertenecer al mundo tal y como lo percibo. Los límites desaparecen y mis pulmones se llenan de aire hasta su máxima capacidad. Es el aire de la libertad, el mismo que me envuelve al caminar. Escribo, despierto, luego vivo mi camino.

 
 

Hoy, 4 de noviembre del 2020, se cumple un año de tu nacimiento. Hacía tres días que la idea me acosaba de noche cuando, tumbada en la cama, revivía las experiencias de las últimas semanas. Se puede decir que ya escribía en sueños y que los capítulos iban ganando forma sin nombre alguno. Mi subconsciente estaba convencido de que tenía mucho que compartir con el mundo.

Así fue cómo veinticinco días después de volver de viaje para participar en la ofrenda a la Virgen del Pilar, dieciséis días después de recoger un premio, cinco días después de realizar una mudanza y dos días después de celebrar el cumpleaños de mi padre, empecé a contar mi historia. 

Y decidí hacerlo a tiempo completo. Hacía más de dos meses que había dejado mi empleo en el hospital y mi experiencia me decía que, de buscar otro en ese momento, correría el riesgo de no finalizar el proyecto que acababa de empezar. 

 
 
Carlota Salazar escribiendo en una cafetería de Zaragoza.jpeg

Escribir se volvió un hábito al que me tomé la libertad de convertir en prioridad

Seguía levantándome antes de las siete cada mañana, como cuando trabajaba en el hospital, y abría buena parte de las cafeterías de la ciudad. Allí instalaba mi oficina portátil y, aunque sentada, comenzaba a caminar al ritmo de mis dedos arremetiendo contra las teclas del Mac.

 

Los días se sucedían en una rutina que intercalaba café, escritura, amigas y familia con viajes, deporte y caminatas reales. Me estaba acostumbrando a una vida que nada, o muy poco, tenía que ver con mi vida pasada. Sólo sabía que me encantaba y que me veía a mí misma escribiendo de por vida.

 
La sonrisa de la ilusión, motor de mi motivación.

La sonrisa de la ilusión, motor de mi motivación.

El Otoño dio paso al Invierno y, con este, llegó el 2020. Aquel que prometía ser un gran año me obligó a guardar reposo absoluto en cama pocos días después de las uvas. No fue hasta febrero cuando fui recuperando, poco a poco, mi prioridad autoimpuesta, la escritura.

Las noticias acerca del nuevo coronavirus que castigaba a China desde finales de año se incrementaban a diario mientras yo me reponía de la inflamación originada por otro virus. Y es que, para estos microorganismos, el tiempo es el único tratamiento. Tiempo y tratamiento sintomático a la espera de una evolución favorable. 

 
 
Zaragoza, 8 de febrero del año 2020.

Zaragoza, 8 de febrero del año 2020.

 
 

Si bien la inspiración no era una constante en mi programada ecuación, no por ello desistía en mi empeño y, si bien había días que escribía una página, otros lograba escribir cuatro. Sin duda, la constancia permitió que diera por finalizada la revisión de la obra a principios de marzo.

Para entonces, Italia acababa de ser confinada y España se resistía a considerar el coronavirus como un problema de salud pública. El desafortunado inicio del año amenazaba con consolidarse como un aperitivo tan sólo de un menú degustación de innumerables platos.

 
 
Confinamiento con muletas.jpg

De haber finalizado mi libro unos días más tarde, su final hubiera sido completamente distinto.

Cinco días bastaron para cambiar la libertad que me proporcionaba caminar por el baúl de los recuerdos y las letras por al confinamiento en soledad. A la limitación de movimiento en la calle se sumó, en mi caso, la limitación de movimiento en casa a causa de una fractura.

Bien mirado, quizá sea injusto para las muletas hablar de confinamiento en soledad, puesto que no se separaron de mi lado hasta el final.

En varias ocasiones, tuve la tentación de reescribir el final de mi libro, pero no pude. O no quise. De hacerlo, dejaría de ser el original, el final que tanto necesitamos todos en los difíciles momentos que atravesamos.